miércoles, 9 de abril de 2008

Viaje, escritura y lectura


Viajante, escritor y lector...



La experiencia que pasaré a relatar ocurrió hace un par de años dentro del auditorio de una universidad privada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Es una experiencia que recuerdo muy bien y que en respuesta a la consigna pactada me engloba como viajante, escritor y a su vez como lector.
Tenía 15 años y me encontraba participando en un juego de rol que simulaba el funcionamiento de los órganos y consejos de las Naciones Unidas. Me referí a mi mismo como viajante ya que el hecho de ingresar en el auditorio de una universidad, con la vestimenta adecuada y demás reglas protocolares, simulando ser funcionario externo de un país que no es el mío y luego defenderlo, significó un viaje imaginario inesperado para mí en ese entonces.
Durante el “viaje” tuve que elaborar junto con compañero un discurso en pocos minutos, en respuesta al tópico sorpresa a desarrollar que habían consignado las autoridades. Seguidamente llego el turno de Cuba para defender su postura y ahí fue cuando subí al estrado con ganas temblorosas y leí frente a casi 400 personas el discurso que había escrito anteriormente.
El tópico a desarrollar como problemática social fue la protección a los propios migrantes en territorios extranjeros, por lo que Cuba no era el país participante mas indicado para salir victorioso frente a otros.
Para mi sorpresa, y como fin de este particular viaje fue que al terminar las sesiones del simulacro Cuba recibió una mención de honor por la defensa de la postura detallada en el discurso que habíamos escrito.

Relato sobre un sueño


“Sueño, ¿de un sueño?”



¿Qué más lindo que terminar un día mas de la rutina y tirarse a dormir?. Y así fue, lindo, Andrés se tiró a dormir. En su cuarto, más específicamente cerca de su cama, se encontraba el teléfono apoyado sobre una biblioteca. El teléfono comenzó a sonar por lo que en cuestión de segundos Andrés ya estaba despierto nuevamente.

Contestar… sí, Andrés tuvo que contestar ya que a esa hora o podía ser alguien notificando una cuestión urgente o simplemente podía ser la fantástica esposa de Hugo, el portero del edificio, avisando que un OVNI se posó en nuestra terraza. En fin, uno nunca sabe, sorpresas de madrugada.

Seguidamente, al contestar el teléfono, Andrés escucha la voz de una persona con la cual era ¡prácticamente imposible estar hablando!. Imposible era, definitivamente, aquella persona no se encontraba físicamente como para entablar una charla telefónica.

Fue confuso y hasta hizo que Andrés se sintiera inseguro, pero fue tal la sorpresa que la inseguridad y la confusión quedaron en un amplio margen puesto que inmediatamente surgió la necesidad de preocuparse solamente por analizar e internar el mensaje del llamado que provocó la situación.

La charla fue breve, la persona del otro lado del teléfono se encontraba tan serena y tan segura de lo que decía que el mensaje fue claro como el agua. Así fue, tan comprendido el mensaje, que Andrés pudo colgar el teléfono y volver a su cama a dormir… o quien sabe, capaz contarle algún secreto a la almohada.